martes, 4 de febrero de 2014

Mantro...

           mantro...

El cielo abrió su cuerpo rasgando su vientre como un peluche de incomensurable tamaño, esparció su contenido elegantemente como si estuviera cribando un algodón libre sacado de lo más profundo de su estómago.
El mar inconformista por sus actos, lagrimea un lenta melodía paralizando sus notas sobre cualquier superficie capacitada para recibirla, quedando cristalizada como una canción que en la mente se nos graba.
Mis ojos, tus ojos expectantes, harán de brillo como un sol en el apogeo del eclipse, al pasar por el marco de las cuencas vertientes que hacen de cauce para el material esponjoso que cae como estrellas de otro, nuestro, firmamento.
Lo siento como experimento el licuar de una fruta exprimida en el alto occidente, ríos y más ríos sin cauce esperando que no se resfrie el alto curso del océano hacia el oriente. Allí espero que llegues, que la marea nos acerqué a la deriva de una botella cerrada con el mensaje que se esperaba.
Te amo, aunque no sea el cielo lo que nos esparza como  porexpan en un manto de aludes sobre las montañas. Mientras aquí, el cielo ríe mirando al peluche que revienta sus fauces sin poder contener la tormenta que aguarda el comienzo del canto de otra primavera.

Zoca...estaciones...

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