martes, 28 de mayo de 2013

Arrebato...

Arrebato...

Había algo en la mirada que no pudimos obviar, de repente la música se paro el tiempo suficiente para que pudiéramos escuchar el ritmo acelerado de nuestro corazón mientras se derretían los hielos que flotaban en el brebaje etílico que compensaría esa mezcla de angustia y terror. Tú cuerpo ya lo sabia, se sentía lo suficientemente dispuesto a lo que en un principio te asustó. No pude evitar sacarte a bailar mientras la música sonaba como un disco muy viejo de una canción que nunca podríamos olvidar. La energía entre los dos fluía de un extremo a otro en un vaivén perfecto dentro de la armonía que nos eclipsaba la razón, tú pecho estaba caliente pero no tanto como otras partes latentes que pedían su función. Quizás no hablamos nada, quizás simplemente nos sentimos tan cerca de las mismas necesidades que no hacia falta pronunciar palabra, quizás nos conocimos en otra dimensión pasajera, no lo se y quizás ya nunca lo pudiéramos adivinar pero sucedió como tenia que pasar.
Caricias en lugares que definen cinturas sobre las curvas en que te dejarías abrasar, con una sincronía de movimientos que fueron como planetas en la orbita de una pasión apunto de estallar. La música termino, pero nosotros seguíamos abrazándonos, después... Cogimos todas nuestras cosas y desaparecimos.
El mundo se encogía a nuestro alrededor evaporándose como una constelación pasajera tras nuestras pupilas, nos besamos bajo una esplendorosa lluvia mientras tus cabellos se empapaban retratando una imagen ciertamente tierna y seductora; fuimos al Motel más cercano riéndonos embriagados por el tacto suave de nuestros labios que se acoplaban como dos pétalos en el roció de la mañana.
Llegamos a la habitación, esta se transformo en una isla en el paréntesis ajetreado de la ciudad, nuestros dedos más hábiles que nuestras lenguas desnudaron las húmedas ropas que lo eran y no solo por lo que nos llovió; nos amamos, tantas veces...
No hubo tregua al arrebato de necesidades compartidas, tan bien compartidas, fue tal la conexión en todo el proceso de cariño y estimulación que caímos en una catarsis erógena como dos núcleos en plena fusión.
A la mañana siguiente te fuiste, sin nombre, sin dirección, sin saber si fue algo que pudo suceder, la cama con los vestigios del placer se arremolinaba en un turbio laberinto que no paraba de crecer, mientras, mi cabeza se tambaleaba intentando recrear cada imagen tatuada en la memoria como tótem de lo que siempre quisieras tener.  

Zoca...Calor...



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